El Castillo de Sant Afliy (Šant Aflaŷ) ha sido relacionado con estos restos arqueológicos en los últimos estudios de Trillo San José y Amtmann. Al-Udri lo menciona en el siglo XI como uno de los lugares que estuvo bajo el dominio de Zugayba, cabecilla de una sublevación contra el emir Husam I. Se trató de un recinto fortificado al que en época nazarí pertenecían las alquerías de Cherín, Laroles y Picena. Su función parece que estuvo relacionado con el control y gestión de las aguas del río de La Ragua, que desembocan en el río Laroles, por debajo de cuya confluencia se sitúa. Formaba parte por lo tanto de la Taha de Ugíjar, junto con la fortificación de Escariantes (Aškaraӯatiṧ). La Taha de Ugíjar comprendía Darrical, Escariantes, Lucainena, Cherín, Soprol, Inqueria, Picena, Laroles, Undurón, Jubar, Mairena, Tarchelina o Carchelina, Almoceta, El Fex, Nechite, Mecina Alfahar, Torrillas o Turrilas, Unqueira y Ugíjar, ocupando la zona central y siendo uno de los distritos nazaríes de mayor importancia. Los grupos de alquerías o poblamientos que rodeaban a estos castillos, entre cuatro y una docena, se ubicaban generalmente a una distancia de entre 500 metros y 2-3 kilómetros. La alquería de Cherín (Ystaran), dependía del Castillo de Šant Aflaŷ, y contaría con un par de mezquitas.
Los restos que quedan son de planta triangular, muy afectada por cárcavas. Se localizan entre estos, lienzos de murallas, muros y dos aljibes. La zona noreste de la plataforma es la que conserva más estructuras y debió ser la zona más fortificada. Destaca un lienzo de muralla en mampostería y mortero de 11 metros de largo y 1,5 de espesor, localizado en el punto más alto del cerro, junto a la que se encuentra un aljibe abovedado en buen estado de conservación, incluyendo la bóveda de lajas de piedra. En esta zona se conservan también los restos de tres torres.
El registro cerámico abarca desde el periodo emiral-califal, mayoritaria en la zona suroriental, y de época almohade y nazarí, más abundantes en la zona más alta de la meseta. Presenta un mal estado de conservación de las estructuras emergentes, en gran parte derruidas y convertidas en registros arqueológicos soterrados aunque algunas como el aljibe superior presenta un aceptable estado de conservación.